El silencio es una herramienta poderosa para nuestro bienestar y felicidad. Te quiero compartir 6 beneficios del silencio que te podrán ayudar a tener una vida más feliz y plena.
Muchos no le damos la prioridad que se merece porque hoy en día es difícil estar en silencio.
Vivimos en un mundo ruidoso: las ciudades están las 24 horas del día en actividad, pasan carros en la calle y siempre hay alguien despierto y haciendo ruido. Tenemos nuestros celulares y estamos bombardeados constantemente de videos y audios. Cuando estamos despiertos, siempre estamos haciendo algo que genera ruido.
Además está el ruido mental; esta conversación constante que sucede en nuestra cabeza. La exposición constante a imágenes, chats, etc., hace que esta conversación se alimente aún más y nos pasamos el día recordando, reviviendo, imaginando, proyectando y visualizando.
Quiero contarte mi experiencia en Vipassana, un curso de meditación en donde pasamos 10 días en silencio.
Si bien el silencio no es lo más importante del curso, sino la meditación en sí, el silencio fue de las cosas que más disfrute y que más me enseñó.
El curso lo hacen en una finca totalmente aislada del ruido de la ciudad, rodeada de pura naturaleza y de un paisaje espectacular. Durante el curso no puedes leer, ver el celular, no se oye música y no puedes hablar con nadie a parte del coordinador y el profesor a los que le puedes preguntar cosas muy concretas si estás teniendo problemas con algo de logística o con la técnica.
Al principio suena aterrador ¡10 DÍAS DE SILENCIO!. La gente me decía que estaba loca por irme al curso. Tenía nervios, no lo niego, pero quería explorar cómo se sentía estar callada por tanto tiempo.
Mi mente loca
El primer día mi cabeza parecía loca, hablando y hablando sola.
Conversaciones interminables sobre todo lo que se me podía ocurrir. Cómo estaba el día, qué tenía que hacer cuando volviera a casa, revivía una y otra vez situaciones del pasado.
De hecho, alcanzaba a ver a algunas de mis compañeras haciendo gestos, riéndose solas o moviendo la boca cuando caminaban. Una imagen como de manicomio. Me imagino que yo también me veía igual.
Cuando me sentaba a meditar, mi cabeza no hacía más que pensar. Tenía tanto ruido interior que no podía concentrarme en mi respiración, como me lo pedía el profesor.
El segundo y tercer día fueron parecidos, pero comencé a ser más consciente de esa conversación. Había momentos donde pensaba: “ahí estoy pintada yo, imaginándome eso o aquello”. Durante la meditación había breves espacios donde me daba cuenta que mi cabeza iba a mil pensamientos por minuto y ya era capaz de decir, “bueno, deja de ponerle tanta atención a esos pensamientos y concéntrate en la respiración”. ¡Y lo lograba! Así fuera por un minuto o dos.
El momento presente
El cuarto día ya mis pensamientos eran más sobre las cosas que estaban pasando en ese momento y no tanto recordando el pasado o imaginándome el futuro. Ya le ponía más atención a la vegetación del lugar, a las nubes cambiar, a las distintas clases de los pájaros que habían. Al comer, pasaba algo increíble, era capaz de distinguir los diferentes sabores de las cosas y realmente era consciente de mi comida.
Pude experimentar realmente lo que es vivir el momento presente.
Llevo muchos años buscando maneras de estar presente y ya dos años desde que enseño a mis clientes algunas técnicas para hacerlo, pero nunca lo había vivido con tanta intensidad. Durante mis días en silencio pude vivir y experimentar lo que significa estar consciente a la realidad.
Un despertar de mis sentidos
A partir del quinto día sentí un cambio en mis sentidos. todo se agudizó. El sentido del olfato era tal, que podía percibir el olor a la comida a unos 100 metros y podía distinguir qué íbamos a comer. También, podía oír el aleteo de los pájaros y podía distinguir qué pájaro era. Me pasaba lo mismo con las abejas y abejorros. Hubo un momento en que aprendí a distinguir el sonido de las diferentes horas del día. Sí, sé que debes estar pensando que me volví loca.
Pero no, el día de verdad cambia de sonidos. No tuve reloj en los diez días que estuve allá. Así que para avisarnos sobre el cambio de actividades nos tocaban un gong o una campana. Yo sabía que ya iban a tocar la campana del almuerzo porque aprendí a distinguir cómo sonaban las 11 de la mañana. También sabía que ya iba a salir el sol en la meditación de la mañana por la forma en que comenzaban a cantar los pájaros y el cambio del sonido de las chicharras.
El tacto también se agudizó. Gran parte de este cambio se debe a la meditación como tal, pero no pude volver a ponerme una bufanda porque no toleraba el contacto de la tela en mi piel. También el cambio de temperatura lo sentía con más intensidad. El gusto fue increíble como se desarrolló. Podía distinguir los sabores más tenues de las comidas.
En cuanto a la vista, también evidencié cambios. Me quedaba maravillada por las diferentes tonalidades de las plantas, flores, nubes y árboles que me rodeaban.
El final
Durante los últimos días fue impresionante cómo disfrute el silencio. Mi mente estaba mucho más lenta. Aunque todavía tenía pensamientos constantemente, no armaba conversaciones interminables con cada pensamiento que surgiera. Por ejemplo, si pensaba “ah, tengo que llamar a mi mamá cuando vuelvas a preguntarle cómo le fue en el médico”, la conversación paraba allí. No seguí imaginando qué le había dicho, si le había mandado suplementos o exámenes médicos, si a ella le había gustado. Eso me pasaba los primeros días, pero ya no.
Los últimos dos días se acalló aún más porque me dediqué a observar cómo me sentía mientras hacía cualquier cosa. Así que la paz que sentí allí no la había sentido nunca. ¡Mi mente compulsiva y frenética estaba tranquila!.
Los beneficios
Te conté mi experiencia para contarte sobre los beneficios del silencio. Los pude vivir en carne propia con esta experiencia y de verdad recomiendo prestarle más atención a tener espacios así.
- Aprendes a reconocer los pensamientos de tu mente y eres más consciente sobre tus patrones mentales.
- Tus pensamientos se aclaran. Las ideas se vuelven más claras y tu creatividad se desarrolla.
- Esa conversación interior ya no te afecta tanto emocionalmente, porque aprendes a diferenciar lo que es que te estás imaginando con lo que realmente es.
- Los problemas se vuelven más pequeños, porque te das cuenta que la mayoría de problemas son inventos de la mente.
- Tus sentidos se agudizan porque estás mucho más presente.
- Duermes mucho más profundo, porque el tren de pensamientos va más lento y ya no te atormenta en la noche.
Además de estos beneficios hay mucho expertos que recomiendan tener espacios de silencio en el día para mejorar nuestra salud física, mental y social. Así que te invito a que pruebes quedarte un rato largo en silencio. Si no te sientes listo o lista para hacer algún retiro de este tipo, al menos empieza con quedarte en silencio 5 minutos al día, pero sin hacer nada. Solamente escuchando tus pensamientos y poniéndole atención a tu respiración.